Un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) prende las alarmas sobre una problemática que viene golpeando con fuerza al corazón del mercado laboral argentino: el 60% de los jóvenes del país trabaja en condiciones de informalidad. El fenómeno afecta particularmente a las mujeres jóvenes, y coloca a toda una generación frente a una realidad que limita su acceso a derechos laborales básicos y compromete sus oportunidades de desarrollo profesional.
La especialista en empleo y desarrollo productivo de la OIT Argentina, Bárbara Perrot, explicó que esta situación implica una exclusión directa de los sistemas de protección social. “Al no estar registrados, los jóvenes trabajadores no acceden a beneficios como aportes jubilatorios, cobertura de salud o licencias laborales, lo que refuerza la desigualdad estructural y complica la transición hacia empleos de calidad”, sostuvo.
Según los datos difundidos, el 60% de las mujeres jóvenes y el 58% de los varones jóvenes desarrollan su actividad en la informalidad. Pero la brecha no se mide solo en porcentajes: se traduce en trayectorias laborales inestables, falta de seguridad económica y nulas garantías para proyectar a futuro. A nivel nacional, la situación juvenil incluso empeora la ya compleja realidad del mercado laboral: el 42% de la población ocupada urbana trabaja en condiciones informales, según datos recientes del Indec, pero entre los jóvenes esa cifra asciende a 68%, superando ampliamente el promedio regional de 54,4% en América Latina y el Caribe.
Sectores con mayores niveles de informalidad
El informe también expone los sectores donde más se concentra la informalidad juvenil. Para los varones, los empleos informales se encuentran principalmente en comercio, construcción e industria, mientras que para las mujeres, la actividad se focaliza en el comercio, administración pública, enseñanza y trabajo doméstico.
Algunos de estos sectores registran niveles de informalidad alarmantes:
- Trabajo doméstico: 77%
- Construcción: 76,6%
- Comercio: 51,9%
Estas cifras reflejan no sólo la precariedad laboral, sino también un patrón de exclusión sostenido, especialmente en ocupaciones que tradicionalmente no ofrecen cobertura ni estabilidad.
Desafíos y oportunidades ante la transformación digital
Otro punto clave que plantea la OIT es la transformación del empleo en el contexto de las nuevas tecnologías. La irrupción de la inteligencia artificial y los modelos laborales digitales está cambiando las formas de inserción de los jóvenes. Si bien estas innovaciones traen consigo nuevos riesgos —como el aumento del trabajo por plataformas sin regulación—, también abren oportunidades para incluir a más jóvenes en empleos formales.
Perrot subraya que el aprovechamiento de estas oportunidades depende en gran medida de la existencia de políticas públicas inclusivas que acompañen a las juventudes en este proceso de transición digital y laboral. “Es clave garantizar el acceso a la formación, a la conectividad y a los derechos, incluso en nuevas modalidades laborales”, remarcó.
La respuesta de la OIT: participación juvenil y políticas integrales
Frente a este panorama, la OIT refuerza su compromiso con la mejora de la inserción laboral formal de los jóvenes. A través de programas como Decent Jobs for Youth y YouthForesight, promueve estrategias integrales con foco en la sostenibilidad y la equidad. En el caso argentino, el organismo también trabaja apoyando el diálogo social como una herramienta fundamental para definir políticas laborales efectivas.
Uno de los principios que la OIT impulsa con mayor fuerza es el de la participación activa de las juventudes en el diseño de soluciones. Con la consigna “Nada sobre nosotros sin nosotros”, se busca que los propios jóvenes sean protagonistas en la formulación de políticas que los afectan directamente. No se trata sólo de pensar políticas para los jóvenes, sino con ellos.
El desafío, entonces, es doble: reducir la informalidad y construir un mercado laboral más justo, equitativo y adaptado a los nuevos tiempos. La exclusión de seis de cada diez jóvenes del sistema formal no sólo compromete su presente, sino que amenaza el futuro del país en términos de productividad, cohesión social y desarrollo sostenible.