De la oscuridad a la esperanza: la Casa de Kevin y su lucha contra las adicciones

En la intersección de Nicaragua y Pitágoras, en pleno barrio Industrial de Fisherton, se erige una casa de dos plantas que rompe con la monotonía arquitectónica de la zona. Con su frente de mármol y piedra, resalta entre las construcciones bajas y uniformes. Pero su singularidad no radica solo en su estructura, sino en su historia y función actual. Este inmueble, incautado por el Estado provincial a una familia narco, ha sido transformado en un centro de recuperación para adictos. Un espacio que, paradójicamente, busca sanar a quienes alguna vez fueron víctimas del mismo circuito de drogas que operó en esa casa.

La lucha de Betina Zubeldía: del dolor a la acción

Betina Zubeldía, una mujer de casi 60 años con el cabello recogido y una remera que la identifica como miembro de “Madres Territoriales Nacional”, es el alma de esta iniciativa. Su batalla contra las adicciones no comenzó con la apertura del centro, sino con su propio hijo, Kevin. En su desesperado intento por salvarlo del consumo, se enfrentó a los narcos que le vendían la cocaína, recibió amenazas y sufrió atentados en Pérez, donde vivía su familia.

El amor por su hijo la llevó a estudiar una tecnicatura en adicciones y violencias con el doctor Horacio Tabares. Su compromiso fue tal que, el año pasado, el gobierno provincial le ofreció el inmueble para que lo convirtiera en un espacio de rehabilitación. En diciembre, la casa abrió sus puertas y hoy recibe a unas 40 personas por día, de las cuales 10 viven allí de manera permanente.

Pero la historia de Kevin tuvo un giro trágico. A pesar de haber salido del consumo, haberse estabilizado y trabajar junto a su madre en la recuperación de otros jóvenes, hace ocho meses tomó la drástica decisión de quitarse la vida. “No dio aviso, estaba mejor que nunca. Por eso, creo que todo te deja una enseñanza: tenemos que concentrarnos en la salud mental y no solo en el consumo”, reflexiona Betina con firmeza.

Un abordaje integral: más allá de la abstinencia

Para Betina y su equipo, el consumo de drogas es solo la punta del iceberg. “El adicto no puede afrontar situaciones. Entonces me drogo, me adormezco y que se vaya todo al diablo”, explica. La verdadera recuperación, sostiene, no consiste únicamente en dejar de consumir, sino en descubrir y enfrentar las causas subyacentes del consumo.

En la Casa de Kevin, los residentes no solo reciben tratamiento psicológico y médico, sino que también participan en actividades que fomentan la autonomía y la integración social. “No podemos simplemente encerrarlos dos años y luego largarlos a esta sociedad tan individualista. Hay que darles herramientas para que puedan sostener su recuperación y construir una vida con sentido”, enfatiza Betina.

Un refugio en la tormenta

En la planta alta del centro, cuatro amplias habitaciones y un baño con jacuzzi, que alguna vez fueron símbolo del lujo narco, ahora son hogar para quienes buscan una segunda oportunidad. La cocina-comedor, luminosa y espaciosa, se ha convertido en un punto de encuentro donde los residentes comparten su proceso de recuperación.

Milton, de 49 años, llegó en enero después de 24 años de consumo. “Yo entré con un mes sin consumir porque había salido de una relación fea y no estaba bien. Me había puesto una meta: este año no consumo más. Y entré acá, y me salvó la vida”, cuenta. Aunque no vive en la casa, asiste todos los días y se ha convertido en un pilar para sus compañeros.

Tomás, de 24, está en el centro desde hace dos semanas. Su madre lo llevó tras múltiples recaídas. “Ingresé en una clínica donde estuve un mes, pero no traté los temas que me llevaban al consumo. Entonces, salí y me topé con el mundo, con el afuera, y era otra vez lo mismo. Llegué acá y me di cuenta de que mi problema no era la droga, sino lo que me llevaba a consumir”, relata.

Una nueva oportunidad en cada rincón

La terraza, con su quincho y macetas llenas de vida, es el rincón más especial del centro. Desde allí, Romina, la operadora del espacio, organiza las múltiples actividades terapéuticas y de mantenimiento de la casa. Su propia historia es un testimonio de superación: superó sus adicciones en otro centro de Madres Territoriales, estudia Psicología y cría a sus dos hijas.

La rutina diaria en la Casa de Kevin incluye desde talleres y charlas hasta la administración de una pequeña verdulería instalada en una de las habitaciones con salida a la calle. “No es fácil, de un día para el otro, que alguien que no se levantaba ni dormía pase a tener la responsabilidad de manejar dinero, tratar con clientes y organizar su día”, explica Romina.

Un mensaje poderoso: la justicia transformadora

El garaje, donde antes se estacionaban autos de lujo, ahora es un espacio de reunión para los talleres que congregan a unas 40 personas. Allí, el mensaje de la Casa de Kevin cobra aún más fuerza: una propiedad que alguna vez fue símbolo del narcotráfico hoy representa la lucha contra las adicciones.

“Hay un gesto simbólico en este proyecto porque esta casa fue decomisada al narcotráfico. Mucha de la plata con la que se compró provino de los chicos que pagaron para comprar droga en un búnker. Hoy, ese mismo lugar les está devolviendo la vida”, concluye Betina.