La memoria en jaque: por qué a veces olvidamos rostros y nombres

Hay momentos en la vida en los que el cerebro nos juega una mala pasada. Alguien nos saluda con efusividad, nos llama por nuestro nombre, avanza con una sonrisa y con intenciones de un abrazo… pero, de repente, el pánico se instala: su cara nos resulta familiar, pero no logramos ubicarlo en nuestra memoria. ¿De dónde lo conocemos? ¿Qué historia compartimos? Mientras nuestra mente busca desesperadamente respuestas, nuestra sonrisa se mantiene intacta, intentando disimular la incómoda laguna mental.

Este tipo de situaciones son más comunes de lo que parecen y tienen una explicación científica. La memoria humana no funciona como una biblioteca organizada donde cada recuerdo tiene su estante asignado. Según explica la neuróloga Guadalupe Bruera, los recuerdos no están almacenados en un solo lugar del cerebro, sino que viajan constantemente por diferentes circuitos. Estos recorridos pueden verse afectados por distintos factores, generando bloqueos y olvidos momentáneos.

El estrés, el gran saboteador de la memoria

Uno de los principales responsables de estos bloqueos es el estrés. «Es como una niebla que dificulta el paso de la información», señala Bruera en diálogo con Punto Medio (Radio 2). «Cuando estamos bajo presión, el cuerpo libera hormonas que alteran el funcionamiento del cerebro, entorpeciendo la recuperación de datos». Es por eso que muchas veces, al intentar recordar algo en medio de una situación tensa, nuestra mente se queda en blanco.

Esta es la razón por la cual muchos estudiantes olvidan respuestas en un examen o por qué, en una entrevista de trabajo, una información que sabemos de memoria parece evaporarse. La clave, según la neuróloga, es aprender a manejar el estrés y darle tiempo al cerebro para que procese la información de manera más eficiente.

La multitarea y la sobrecarga cognitiva

Otro enemigo silencioso de la memoria es la tendencia moderna al multitasking. En un mundo hiperconectado, nos acostumbramos a hacer varias cosas al mismo tiempo: responder mensajes mientras trabajamos, cocinar mientras miramos videos, hablar por teléfono mientras revisamos redes sociales. Sin embargo, Bruera advierte que el cerebro humano no está diseñado para procesar múltiples tareas simultáneamente.

«Cuando intentamos hacer muchas cosas a la vez, la capacidad de retener información se reduce drásticamente», explica la especialista. En lugar de procesar la información de manera profunda, el cerebro la recibe de forma superficial, dificultando su almacenamiento a largo plazo.

La recomendación es simple: enfocarse en una tarea a la vez. Si queremos recordar algo con precisión, debemos darle al cerebro la oportunidad de procesarlo sin distracciones.

El impacto del sueño en la memoria

Otro factor clave en el rendimiento de nuestra memoria es el descanso. «El sueño es fundamental para la consolidación de los recuerdos», enfatiza Bruera. Mientras dormimos, el cerebro organiza la información recibida durante el día y la almacena en la memoria a largo plazo.

Por eso, cuando no dormimos lo suficiente, nuestra capacidad de recordar disminuye. Esto es especialmente problemático para estudiantes y profesionales que creen que pasar la noche en vela estudiando o trabajando es productivo. En realidad, el efecto es el contrario: sin descanso, el cerebro no podrá recuperar la información cuando la necesitemos.

La dependencia tecnológica y la pérdida de memoria natural

La tecnología también ha cambiado la manera en que usamos nuestra memoria. Antes, recordar números de teléfono o direcciones era una tarea cotidiana. Hoy, con los celulares y los GPS, hemos delegado esa función a nuestros dispositivos, perdiendo el hábito de memorizar información.

«El problema es que hemos dejado de ejercitar nuestra memoria visual y numérica», advierte Bruera. «Esto hace que, en situaciones donde no tengamos acceso a la tecnología, nuestra mente se quede sin herramientas para recuperar la información».

Un simple ejercicio para comprobarlo es preguntarnos cuántos números de teléfono de nuestros amigos o familiares podemos recordar de memoria. La mayoría de las personas se da cuenta de que no recuerda más de uno o dos.

Más allá del cerebro: el impacto de la nutrición y el bienestar emocional

Además del estrés, la multitarea, la falta de sueño y la tecnología, hay otros factores que pueden afectar nuestra memoria. La mala alimentación, por ejemplo, juega un papel clave. «El cerebro necesita ciertos nutrientes para funcionar correctamente», dice Bruera. «Una dieta desequilibrada puede afectar la capacidad cognitiva y generar más olvidos».

Los conflictos personales y el bienestar emocional también tienen un impacto. «Cuando estamos preocupados por problemas personales, nuestra mente se enfoca en esas preocupaciones y deja en segundo plano el resto de la información», explica la neuróloga.

Cómo mejorar la memoria y evitar olvidos incómodos

Si bien no podemos evitar completamente los lapsos de memoria, hay estrategias que ayudan a minimizar su impacto:

  • Reducir el estrés: practicar técnicas de relajación, hacer ejercicio y mantener una rutina organizada.
  • Evitar la multitarea: enfocarse en una tarea a la vez y eliminar distracciones.
  • Dormir lo suficiente: priorizar el descanso para que el cerebro procese la información correctamente.
  • Ejercitar la memoria: desafiarse a recordar números, direcciones y datos sin la ayuda del celular.
  • Cuidar la alimentación: mantener una dieta equilibrada con nutrientes esenciales para el cerebro.
  • Aceptar los olvidos: en lugar de entrar en pánico, simplemente decir “no me acuerdo” y darle tiempo al cerebro para recuperar la información.

La memoria es un sistema complejo que necesita atención y cuidado. Si logramos reducir los factores que la afectan negativamente, podremos evitar esos incómodos momentos en los que una cara nos suena, pero la historia detrás de ella se nos escapa.