León XIV: Robert Prevost, el nuevo Papa estadounidense con alma latinoamericana

A las 18:07 hora local en Roma, el cielo sobre la Plaza de San Pedro se llenó de expectativa. Una delgada pero inequívoca columna de humo blanco emergió de la chimenea de la Capilla Sixtina. Miles de fieles, peregrinos y turistas estallaron en aplausos y vítores: la Iglesia católica tenía nuevo Papa.

Minutos después, desde el balcón central de la basílica, el cardenal protodiácono Dominique Mamberti pronunció la fórmula en latín que millones esperaban: Habemus Papam. El nuevo pontífice es Robert Francis Prevost, un cardenal nacido en Chicago y profundamente vinculado a América Latina. Eligió llamarse León XIV.

Una vida marcada por la misión

Robert Prevost nació en 1955 en una familia trabajadora del oeste de Chicago. Desde joven ingresó en la Orden de San Agustín, movido por una vocación misionera que lo llevó a estudiar teología y filosofía, primero en su país y luego en Roma, donde obtuvo un doctorado en Derecho Canónico.

Pero fue en Perú donde su vida adquirió una dimensión pastoral profunda. En la empobrecida diócesis de Chulucanas, en el norte del país, trabajó como misionero, conviviendo con comunidades humildes y enfrentando de cerca las realidades de desigualdad, exclusión y fe popular. No fue solo un paso más en su carrera eclesiástica: Perú lo transformó. Se naturalizó ciudadano peruano y llegó a ser obispo allí, consolidando una visión de Iglesia cercana al pueblo, comprometida con lo social y abierta a los desafíos del tiempo presente.

De las periferias al centro del Vaticano

La elección de Prevost no fue una sorpresa total. En 2023, el papa Francisco lo había designado prefecto del Dicasterio para los Obispos, un cargo clave en el que asesoró directamente al pontífice en el nombramiento de obispos a nivel mundial. Esa responsabilidad, sumada a su cercanía personal y doctrinal con Francisco, lo convirtió en una figura central del Vaticano.

Su perfil refleja muchas de las prioridades del pontificado anterior: cercanía a las periferias, sensibilidad pastoral, mirada global y compromiso con una Iglesia sin exclusiones. No representa una ruptura, sino una continuidad con identidad propia.

Saludo en español y emoción compartida

La Plaza San Pedro se colmó de banderas de todos los rincones del mundo. España, Brasil, Argentina, Colombia, Chile… El nuevo Papa, al salir al balcón para su primer saludo, eligió dirigirse a los fieles en español, confirmando su vínculo con América Latina. Su mensaje fue breve, cálido y claro:
“Dios nos ama a todos incondicionalmente”, declaró, ganándose una ovación.

También tuvo palabras de gratitud hacia su predecesor, el papa Francisco, y un guiño especial para su comunidad en Perú, evocando los años vividos entre los más necesitados.

Un pontificado en tiempos desafiantes

León XIV se convierte en el 267° pontífice de la historia de la Iglesia católica, y asume el liderazgo en medio de un contexto global complejo y cambiante. Su elección se produjo en el marco del Jubileo o Año Santo convocado por Francisco, que culminará el 6 de enero de 2026.

Más allá de lo simbólico, los desafíos concretos son enormes: la necesidad de continuar las reformas iniciadas, la pérdida de relevancia de la Iglesia en muchas regiones, la crisis ambiental, la migración, la polarización política y el alejamiento de los jóvenes.

Pero el nuevo Papa llega con una historia que parece hecha para este momento: misionero y académico, hombre de frontera y de diálogo, con un pie en el Norte y el corazón en el Sur. Su elección habla de una Iglesia que quiere mirar más allá de sí misma, que busca puentes en lugar de muros, y que reconoce que su futuro no se juega sólo en Europa, sino también —y quizás sobre todo— en las periferias del mundo.